ME GUSTA dibujar con lápiz de grafito, de carbón, a la aguada con tinta china y pintar al óleo sobre telas de lino. Prefiero preparar mis propios soportes. Tensar sobre el bastidor el fino lienzo de tupida trama con agudas y afiladas tachuelas. Buscar la densidad apropiada entre el aglutinante y pigmento. Cambiar de color en las sucesivas capas de imprimación para lograr ese color indeterminado que solo producen las sucesivas transparencias y acabar con esa textura terrosa que algo tiene de tapial. Y luego, disfrutar con las primeras pinceladas, tratando de ordenar áreas y espacios de color.
ME GUSTA llevar el motivo, el tema que voy a pintar a los límites fijos del cuadro, o usar diagonal compositiva. Pinto despacio, no lento, tal vez demasiado despacio, pero ansío tener conocimiento de lo que voy a hacer, sabiendo que nunca será definitivo y que es parte de ese movimiento de aproximación en espiral lo que permite acercarte poco a poco al trabajo definitivo y concluido. Después de trabajar unas cuantas sesiones, agotando posibilidades, el cuadro me obliga a dejarlo reposar. Ahora pinto sin manchar el pincel, miro, observo, pienso y busco posibilidades, otras perspectivas y cuando creo tenerlas, retomo el trabajo con otra mirada. Han podido pasar meses; en ocasiones, un abandono temporal; en otras, un fracaso. Este trabajo, en apariencia inútil, es valioso, estoy preparando la cama. No hago bocetos. El proceso supone el movimiento de elementos, cambios de color y entonación. Nunca pinto por pintar. Cuando pinto, es esa respuesta misteriosa o inefable la que te lleva a realizar una determinada acción.
ME GUSTA el procedimiento de la pintura al óleo, con su pausado secado, aplastar y arrastrar la pintura sobre el lienzo en sucesivas capas y no desprecio la pincelada libre y gestual.
ME GUSTA pintar sobre una superficie con la última capa de pintura mordiente, para que las nuevas aportaciones de materia se integren con las anteriores, pero también me gusta que la última capa de pintura esté totalmente seca, porque me permite cambiar el color de manera drástica y en grandes áreas. Pintar de abajo a arriba. Es la cocina del taller.
SIEMPRE me ha preocupado cómo dejar la pintura sobre el soporte.
SIEMPRE me ha preocupado la relación fondo-figura, cómo llevar a cabo el encuentro entre elementos relacionados con el color, el empaste, la textura.
SIEMPRE el color que más me dice es el azulete. Últimamente utilizo mucho el gris con veladuras. Va por épocas. El amarillo lo he empleado mucho.
ME GUSTA mostrar mis arrepentimientos y prefiero lo dionisíaco sobre lo apolíneo.
Todo se puede pintar y cada parte de ese todo se puede plasmar desde demasiados puntos, por tanto, el pintor, ante ese amplio abanico, debe seleccionar el fondo y la forma, creando su particular manera de ver, de hacer, construyendo un mundo que llevará consigo allá donde vaya.
ME GUSTA desarrollar los temas en series inacabables.
Un tema permanente en pintura es la persona, el hombre y la mujer. En mi ya lejana formación, en la academia, la figura y en concreto el desnudo fueron los pilares sobre los que giraba el dibujo y la pintura. Parecía que si se sabía pintar un desnudo, todo lo demás vendría por añadidura. Aquellos modelos plantados sobre la tarima, con su inmovilidad estatutaria, cuerpos dibujados y pintados una y otra vez y siempre quejándose del frío del aula. Estos desnudos que hoy presento son herencia de aquellos. Y me voy a la playa con sus bañistas casi desnudos, con sus cuerpos esculpidos y moldeados por el paso de tiempo. Me interesa la luz, el paisaje, pero prefiero la persona, como individuo o como colectivo. Y entro en la intimidad del cuarto de aseo.
ME GUSTA la persona posando ante el pintor y a pesar de ello no hago retratos.
Y todo en la soledad del taller, entre la duda permanente y la seguridad en lo que estoy haciendo. Nunca llegaré a ser un artista emergente. Me conformo, en el mejor de los casos, con ser un humilde y libre pintor.